jueves, 4 de octubre de 2012

El genocida de Paracuellos

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Que yo recuerde y suelo tener buena memoria, jamás he celebrado la muerte de nadie. Cuando algún etarra ha saltado por los aires, ha saltado por una ventana o se ha caído en un caldero de cal viva no le he dado mayor relevancia al asunto. Un hijo de puta menos. Pero ayer si me alegré de que un asesino, un cobarde, un chaquetero… En definitiva, un hijo de la gran puta, la palmara. Así es la vida. El cabrón éste se ha ido al hoyo sin que nadie lo juzgue, con palmaditas en la espalda de izquierdas y derechas. Por eso no está de mal recordar quien fue Santiago Carrillo y sus asesinatos.

Santiago Carrillo: ¿exento de responsabilidad en la matanza de Paracuellos del Jarama?
De entre toda la historiografía que se ha usado para exculpar la participación de Carrillo en la matanza de Paracuellos del Jarama se ha esgrimido como la más importante la publicada por Paul Preston, hispanista inglés de claras tendencias izquierdistas.

Sin embargo, Paul Preston declaraba en la presentación de su libro “El Holocausto español. Odio y extermino en la Guerra Civil”: "Sus mentiras son tan infantiles, es una ridiculez decir que no sabía nada de los hechos" –en relación a Santiago Carrillo-. “Santiago Carrillo era el responsable de Orden Público y nombró como director de Seguridad a Segundo Serrano Poncela, quien organizó a diario las sacas". "Es inconcebible que Carrillo no lo supiera y encuentro absurdo que durante todos estos años haya estado mintiendo". “Tras leer todas las entrevistas que ha concedido Santiago Carrillo –refiere Paul Preston- éste ha cometido deslices donde cuenta toda la verdad". Para Paul Preston, las ejecuciones de Paracuellos constituyen "la mayor atrocidad cometida en territorio republicano durante la Guerra Civil española".

La trayectoria política de Santiago Carrillo.
Nacido en Gijón (Asturias) el 18 de enero de 1915, su padre Wenceslao llegó a ser un importante dirigente del PSOE y de la UGT. La amistad de Wenceslao con Largo Caballero, permitió que Santiago entrara en la imprenta del periódico “El Socialista”. En el verano de 1933, dirigió una ofensiva de las Juventudes Socialistas con el propósito de desacreditar a miembros del PSOE, tales como Indalecio Prieto y Julián Besteiro, para imponer en su lugar a Francisco Largo Caballero, apodado el “Lenin español”.

Santiago Carrillo tenía sólo 21 años el 6 de noviembre de 1936, el día en que fue nombrado Consejero de Orden Público por la Junta de Defensa de Madrid, el mismo día que ingresó en el Partido Comunista de España y justo un día antes de que dieran comienzo las matanzas en Paracuellos de Jarama.

En el Madrid de los terribles noviembre y diciembre de 1936, la prensa republicana se deshacía en elogios hacia un jovenzuelo que acababa de irrumpir como mandatario socialista y comunista. La trayectoria política de Carrillo había estado ligada primero desde una vertiente periodista, colaborando con “El Socialista” y posteriormente en una faceta de activista político, sin tener un cargo tras de sí, en las Juventudes Socialista Unificadas. En 1934 fue encarcelado, junto a su padre, por participar en la “Revolución de 1934”.

Con este bagaje político y profesional, Carrillo fue nombrado Consejero de Orden Público de la Junta de Defensa de Madrid y de inmediato se encargó de la evacuación de los presos de las cárceles madrileñas de San Antón, Polier, Modelo y Ventas, rumbo a Valencia.

A pesar de la brutalidad de los actos cometidos en Paracuellos del Jarama y Torrejón de Ardoz, la prensa republicana se deshacía en elogios con la actuación del Consejero de Orden Público: “No ha sido nunca ni concejal, ni diputado ni siquiera ministro. Hasta ahora, Santiago Carrillo no fue más que periodista y luchador esforzado de las Juventudes Socialista Unificadas. Y sin embargo, resulta, como lo prueba su actuación magnífica de estos días, un gobernante de cuerpo entero”, podía leerse en un artículo publicado por “La Libertad” en la edición del 15 de noviembre.

En una alocución por la emisora “Unión Radio” fechada el 12 de noviembre de 1936 Carrillo expresaba que “la quinta columna está camino de ser aplastada” y “todas las medidas, absolutamente todas, están tomadas para que no pueda suceder en Madrid ningún conflicto ni ninguna alteración”. Esta declaración no era en vano: Cuatro días antes se había producido una “saca” de la cárcel Modelo en la que más de 400 prisioneros fueron ejecutados en el Soto de Alcovea, en Torrejón de Ardoz.

No era sin embargo Carrillo un valeroso militante comunista que pusiera su vida en juego en el frente a pesar de la vehemencia de sus declaraciones contra los fascistas: aunque dijo haber combatido en el frente, no hay ninguna fuente de la época que lo asevere. Por el contrario, “El Socialista” desde sus páginas lo acusó de haber sido un cobarde, tanto en el verano de 1936 como durante la “revolución de octubre de 1934”, hasta el punto de “vaciar su tripa, atribulada por el riesgo de su detención, fuera del lugar reservado para tales necesidades, hecho ocurrido en el estudio de un artista”.

Paracuellos del Jarama: la matanza orquestada por Carrillo.
El día 4 de Noviembre de 1936, después de haberse constituido un tribunal popular en la cárcel de Porlier, se ordenó salir a la calle a los militares que en dicha prisión se encontraban para que se sumaran al Ejército Rojo. Solamente cuatro lo aceptaron. Entre un centenar de presos, de los cuales treinta y siete eran militares, se los llevaron en camiones a Chinchilla, siendo fusilados -por miembros del PCE- a la mañana siguiente junto al cementerio de Rivas-Vaciamadrid. Los comunistas eran los que controlaban la defensa de Madrid, solicitando a la cárcel Modelo listas de los militares encarcelados, procediendo a la primera saca de la checa de San Antón, con el resultado de cuarenta militares asesinados.

El 7 de noviembre de 1936, empezó el exterminio en masa. Entre las nueve y diez de la mañana  de dicho día llegaron a la cárcel Modelo autobuses de dos pisos, siendo introducidos más de sesenta detenidos y conducidos a Paracuellos del Jarama. Las víctimas eran despojadas de cualquier equipaje y atados con bramante de dos en dos o bien con las manos a la espalda. Obligados a bajar, se les ordenaba caminar hasta las fosas colectivas preparadas de antemano. Una vez situados al borde de las zanjas, un grupo de treinta o cuarenta milicianos abrían fuego sobre los presos y a continuación se les daba el tiro de gracia. Unos doscientos enterradores, reclutados entre los “presuntos fascistas” de poblaciones cercanas, arrojaban los cadáveres a las zanjas para luego cubrirlos con tierra.

La segunda saca se produjo del 8 al 17 de noviembre. A partir de esta fecha se fueron sucediendo las sacas hasta la última, realizada por Segundo Serrano Poncela, inmediato subordinado de Carrillo, el 3 de diciembre de 1936. La llegada de del nuevo director de Prisiones, el anarquista Melchor Rodríguez, detuvo de forma inmediata la masacre indiscriminada de prisioneros, expulsando de las cárceles a los milicianos de “Vigilancia de la Retaguardia”. Poco después Santiago Carrillo dejaba sus funciones en la Junta de Defensa.

La magnitud de las cifras de las matanzas de Paracuellos del Jarama y Torrejón de Ardoz oscilan entre algo más de 2.500 asesinados hasta los cerca de 7.000. En esos términos se expresa Ramón Salas Larrazábal, historiador especialista en la Guerra Civil, el cual cifra en 8.000 los muertos de noviembre y diciembre de 1936 en Madrid. “Aproximadamente el 15 por ciento cayeron antes del día 8 de noviembre, de ellos 1.000 en números redondos el mismo día 7 y unos 400 entre el 1 y el 6. Quiere decirse que durante el período de responsabilidad de Carrillo fueron muy cerca de 7.000 los madrileños que cayeron sin juicio de ninguna clase ante las tapias de cualquier cementerio de los alrededores de Madrid y con predilección en Paracuellos del Jarama”.

Ante tal panorama Carrillo, en el colmo de la desvergüenza propia del hijo de mala madre que estaba hecho, a pregunta de Ian Gibson sobre las matanzas de Paracuellos declaraba: “Paracuellos para mí es un nombre, un nombre que ignoraba hasta... sinceramente no sabía que existía Paracuellos. Eso puede parecer absurdo pero, viviendo en Madrid, sabía que existía Vallecas, que existía Las Ventas, que existía Tetuán, que existía Chamartín, pero Paracuellos del Jarama... ni el nombre, ni el nombre...”.

Descansen sus víctimas en paz.

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